Divagar
por la doble avenida de tus piernas,
recorrer la ardiente miel pulida,
demorarme, en el promiscuo borde,
donde el enigma embosca su portento,
contenerme.
El dedo titubea, no se atreve,
-adherido triángulo que el elástico alisa-
A saber qué le aguarda.
A comprobar, por fin, el sexo de los ángeles.
Ana Rossetti.
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